
LA VENDEDORA DE FLORES
Chessie Nan
Cada día en el mercado vende
el aroma más preciado de la tierra,
rosas, azucenas, alhelíes, violetas,
estiradas strelitzias de vivos colores.
Del otro lado blancas calas, anturios,
perfumados lirios o sutiles orquídeas.
Iris azules, jacintos, alegres gerberas
o sencillas y limpias margaritas.
Un flor cortada es como el amor efímero,
aunque dure poco es toda una vida.
Con cuidado engalanaba los ramos
con papel celofán, lazos y flor de lluvia.
Y se preguntaba para quién será esta vez.
Las flores siempre tienen un destinatario.
Amanecía temprano para traer las flores
más bellas y frescas a su rincón de madera.
Las colocaba en sus jarros como si quisiera
una a una contagiarlas de misterio y de magia.
Ya sean pétalos bendecidos para tu mesa
o ardientes para tu cama.
En su mirada siempre hay un halo de esperanza.
Sus pacientes manos saben que una de esas,
la flor verdadera, le será devuelta.
Mientras tanto juegan con una pequeña flor de jazmín…